Esta hermosa foto fue utilizada por el correo australiano hace muchos años, en un publicidad que decía “Si realmente quieres tocar a alguien, envíale una carta”. Que bella y acertada propuesta. Describe visualmente muy bien, el sentir de quienes nos dejamos abrazar por las palabras escritas.
De niña amaba los libros de preguntas y respuestas. Mi padre que viajaba ocasionalmente a la ciudad de Buenos Aires siempre me compraba uno. Los temas eran variados: Preguntas y respuestas sobre el cuerpo humano, sobre el espacio, sobre la naturaleza….me interesaba todo, aún lo que leyendo mil veces no entendía. Quizá por la facilidad de los libros de mostrarte alguna inquietud que siempre encaja con la de uno y tímidamente la cabeza no sabía formular.
Tanto así que me convertí en preguntadora profesional. Soy psicóloga y me interesa sobremanera la vida de las persona, sus relatos de vida oficiales y los que descubrimos en el espacio terapéutico. A lo largo de estos casi 30 años de profesión he leído muchos libros que me han ayudado en mi labor pero, con certeza, lo que ha llegado a completarme es la literatura universal, clásicos y contemporáneos. Creo que los escritores y escritoras tienen a flor de piel la descripción emocional única del devenir humano, que ni yo ni me paciente, hemos podido en muchas ocasiones poner en palabras.
Me di cuenta cuánto me ayudaba leer con mi consultante un cuento o un mínimo relato para que se disparasen reflexiones que pronto se volverían autobiográficas y autorreferenciales. Por un momento habitábamos el relato y al otro volvíamos a la realidad que nos reunía. Las penurias o los aciertos del personaje coincidían o no con las de mi consultante. La trama, ese tejido, actual, histórico y transgeneracional permitía pensar desde otro lugar ciertas posiciones en la vida y qué se hacia con ellas.
Sabiendo de este dinámica, las personas comenzaron a regalarme libros y yo a recomendarlos. Así en el 2013 comencé un Taller de Lectura Terapéutica en la Casa de Victoria Ocampo (escritora, 1890-1979)) situada muy cerca de la mía en la ciudad de Mar del Plata donde vivo. Una casa histórica, museo, repleta de actividades culturales y, con su permiso fantasmal, nos reuníamos en su biblioteca para llevar adelante los encuentros. Encuentros de lectura para el desarrollo personal, no configuraba un grupo terapéutico, solo adentrarnos en alguna trama nos auguraba salir transformados. Luego nos mudamos a otros espacios y luego de la pandemia, virtuales.
Me han preguntado mil veces si estudiábamos la biblia o hacíamos terapia, la respuesta es NO. Solo (y tanto!) compartíamos la lectura, la analizábamos y luego yo hacia una pregunta bilioterapeutica como me gusta llamarlo. El que quería compartía su experiencia. Un ejemplo quiero mostrarles: luego de leer el cuento de Gabriel García Márquez, El ahogado mas hermoso del mundo, mi pregunta era: ¿se han sentido ahogados en algún momento en sus vidas? De allí múltiples vivencias eran compartidas, y sino, había quienes en silencio repasaban su vida.
Aún lo hago, aún siguemos disfrutamos de ello.
Les comparto una publicación que hice en una revista hace muchos años, casi 10.
Con gusto me encantaría leer las respuestas planteadas en esta foto.
¿Te animarías a compartirlas?
Comienzo a escribir este Newsletter llena de emoción y con ansias de llegar a ustedes por medio de él. Siempre me gustó escribir, leer, escuchar. Compartiré todo lo que me interesa, todo aquello que me hace pensar y pensarme en coincidencia con otros en este mundo que compartimos.