El Tambor de Hojalata es una novela del escritor alemán Günter Grass, publicada en 1959 que dio que hablar luego del velo negro que dejo la Segunda Guerra Mundial y una Alemania Nazi para el olvido. Grass obtuvo el premio nobel de literatura en 1999.
Aquí un fragmento de su obra, que tiene lugar en el libro Tercero de la obra citada, “El bodegón de las cebollas”.
"En el Bodegón de las Cebollas de Schmuh nada servían de comer, y el que quería comer tenía que irse a algún otro sitio, porque aquí sólo se cortaban cebollas. ¿Cómo así? Porque así se llamaba justamente y lo que es más, porque la cebolla, la cebolla cortada, si bien se mira adentro (…) no, los clientes de Schmuh ya no veían nada, porque les venían las lágrimas a los ojos. No porque se les desbordara el corazón, porque no se ha dicho que cuando el corazón se desborda los ojos hayan necesariamente de llorar; los que no lo logran nunca, sobre todo durante los últimos decenios pasados, y por ello algún día se designará a nuestro siglo como el siglo de las lágrimas, pese a esa falta de lágrimas, la gente que disponía de medios para ello iba al Bodegón de las Cebollas de Schmuh y se hacía servir por el dueño una tablita de picar y un cuchillo de cocina por ochenta pfennings y por doce marcos una vulgar cebolla de cocina, de jardín o de campo, y la iban cortando en pedacitos cada vez mas pequeños hasta que el jugo lo lograba. ¿Qué lograba? Lograba lo que el mundo y el dolor de este mundo no lograban, a saber: la lágrima esférica y humana. Aquí si se lloraba. Aquí por fin volvíase a llorar. Se lloraba discretamente, o sin reserva, abiertamente. Aquí corrían las lágrimas y lo lavaban todo. Aquí llovía, aquí caía el rocío…"
Me quedé pensando sobre el tema de la sensibilidad, movilizada por el posteo anterior y recordé este maravilloso fragmento que universalizó tantos sentires y tantos dichos de mis consultantes, “creo que llorar me vendría bien para desahogarme, pero no me sale”, “lloro por algo y después sigo llorando ya no sabiendo por qué lo hago” o directamente “debo ser realmente fría porque no lloro nunca”.
Cuando me refiero a que por fin nos quitamos la armadura, hago referencia a permitirnos varias cosas, entre ellas sensibilizarnos y con ello la posibilidad de ir construyendo en nuestra vida la concepción de que ser flexible es mucho mejor que ser rígido. Todo lo que se rigidiza genera patologías y lo flexible, oportunidades.
¿Debería tener una tablita y una pequeña cebolla para facilitar este proceso en mi consultorio? Me imagino abriendo el cajón del escritorio sacando los utensilios…saldrían corriendo y también llorando creo, con la peligrosa tendencia de advertir a la población que venir a mi consulta sería casi parecido a una escena de Psicosis.
Afortunadamente tenemos la literatura para ello, y a Günter que nos ofrece este fragmento de una obra que dio que hablar en su tiempo. No vamos aquí a analizar su novela, solo ese pedacito que nos facilita ponerle algunas palabras a todo esto.
Si algo tiene la literatura de facilitadora es que el escenario, si bien puede ser conducido, lo creamos en nuestra mente a gusto y piacere como diría mi abuela. Me permito imaginar algo distinto a lo relatado por Ozcar, el pequeño gran personaje de esta colosal obra. Me imagino llegando al bodegón de Schmuh, todo de madera, un tanto lúgubre, con mesitas dispuestas como resultado de una tirada de dados, con una gran barra donde varios como yo intentan tomar un lugar. En una esquina Günter sentado en silla y mesita aparte, sosteniendo en una mano un rudimentario lápiz negro y en la otra un porrón de cerveza como buen alemán. Su cara un tanto iluminada por el papel amarillento que reposa inquietante en la mesita, bañado por un tímido rayo de luz, ya que serían casi las 7 de la tarde, reflejaba su pensamiento. ¿Qué haría allí?, posiblemente tratando de confirmar la hipótesis de su relato en este fragmento: si la picada de cebolla facilitaría llorar y con ello un desarme psicológico necesario para el desahogo y la lenta recuperación de la compostura para seguir viviendo.
Y ahí estoy yo, picando cebolla con gran estilo, porque uno no quiere mostrarse débil de entrada, hasta que cobra efecto la acción y comienzo a verme tan miserable como todos. A esta altura ya le estaría levantado el pulgar a Günter, confirmando la hipótesis. Hagan el ejercicio.
¿Qué estaría llorando? En primera instancia lloraría porque otros lo hacen, fue siempre un gran reto para mi siendo psicóloga, hasta que no luche más y pude hablar y decir que mi lágrima, aunque escueta, nunca como la del otro, era compañera de la de ellos. Luego estimo que lloraría sin saber por qué hasta que la propia historia se apoderaría de mi y del contexto, que siempre es disparador para la sensibilización. Es decir, ya que estoy llorando reavivo viejas penas. ¿Les sucede?
El autor dice, en este fragmento, que debería llamarse a ese contexto que describe en su relato “el siglo de las lágrimas”, refiriéndose a los inicios tardíos del siglo XX haciéndole frente a un contexto hostil de postguerra donde tuvo lugar tanto sufrimiento que había vuelto insensible a muchos.
Me da pena y miedo admitir que actualmente, y siempre lo ha sido, los contextos hostiles no cesan, e insensibles hay por doquier. No se qué nombre se le podría adjudicar a este siglo: el siglo de Pericles y el de las Luces ya está…. el del Niño también…..el de las Lágrimas…aunque metafórico cuaja muy bien…aventuraría el Siglo de la Incertidumbre, ¿podría ser no? Con certeza sabemos que cada vez sabemos menos, con guiño actual a Descartes. Ya nos han avisado los teóricos de la Complejidad, con Edgar Morin a la cabeza, que nos acostumbremos a vivir en incertidumbre. ¿Cómo sortearlo? Será para próximos Newsletter.
Sí, tomaría con absoluta certeza que nuestra gran misión sería recuperar la ternura. ¿Acaso no seria la intensión del bodegón facilitar el encuentro con otros en esta sensibilización masiva? En el correr del relato dice que luego de las lágrimas la gente hablaba. Es decir que la sensibilidad aporta al diálogo, lo favorece y nutre. Picar cebolla entonces, permitía que aparezcan los motivos.
Muchos me han dicho que si le dan rienda suelta al dolor, temen desarmarse, caer y no volver a levantarse. Otros evitan llorar por todos los medios porque la historia familiar y los mandatos inconscientes prohíben que esto ocurra, y ellos no lo saben. Otras personas ya han llorado tanto que se perciben secas por dentro.
“…no se ha dicho que cuando el corazón se desborda los ojos hayan necesariamente de llorar…” y esto es una gran verdad, ser sensible no es directamente proporcional a estar bañado/da en lágrimas. También otras acciones llevan a considerarnos como personas sensibles.
Ojo! Que ser sensible puede ser una desgracia también. Resulta abrumador verse o sentirse tan comprometido con el dolor ajeno o circunstancias externas movilizantes. ¿Cuál será la medida justa? Reflexionemos colectivamente.
Radiografía de una persona sensible (hasta los huesos)
Las personas que podemos llamar sensibles procesan la información del medio de diferente manera, suelen ser creativas, empáticas, enfocadas al detalle, conectadas al mundo, muy observadoras y estrategas (esta característica no va sólo para las mentes analíticas) en relación a la economía emocional ej: si la demanda es alta, no se desmoronan sino que contienen y pueden ayudar o sortear obstáculos y diseñar estrategias para cambiar. De aquí varios tipos.
Luego está la persona que podríamos llamar hipersensible que los estímulos llegan a inundarla y el entorno se vuelve estresante. También aquí el panorama es diverso.
Ahora bien, a todos nos puede pasar que la vida nos cachetee duro y estas condiciones que son inherentes a nuestra personalidad, puedan sufrir cambios, pérdida de equilibrio y situaciones donde nos desconocemos. “Odio llorar, yo no soy así” y no quisiera nombrar, bueno igual lo hago, la lapidaria, reduccionista, insensible y estúpida frase “los hombres no lloran”, mientras que las mujeres, si lloramos, caemos casi rozando en la fragilidad, la debilidad y el lapidario, reduccionista y estúpido adjetivo de “pobrecita o qué sensible que es”. (Estereotipos y género en otro Newsletter…..cuánto hay para escribir!!!!!)
En fin…
Llegando a dar respuesta al título, ¿Cuál sería entonces el remedio? Que de vez en cuando soltemos “la lágrima esférica y humana” esa por el cual nos sensibilizamos y hablamos. Concreta, real la lágrima o no ya aprendimos que hay muchas formas de ser sensibles, con uno mismo y principalmente con el otro, recuperando la ternura, ese sentimiento que nos hermana y humaniza, con la convicción de no estar juzgando lo que seguramente no conocemos, la vida entera de la otra persona, sus circunstancias o condiciones de vida.
Tal como los clientes de Schmuh, tomemos ejemplo de su accionar. Pareciera ser que la voluntad cumple un papel decisivo aquí: querer ir a llorar porque bien se sabía el beneficio. La elección de hacerlo o no, depende de cada uno.
¿Pueden apreciar ustedes que cualquier lectura favorece y dispara pensamientos, reflexiones que nos invita a re-pensarnos, cuestionarnos cómo vamos siendo? Esto es Biblioterapia para el desarrollo personal.
Anécdota post lectura: una vez una persona que me consultaba y de quien tengo un recuerdo hermoso por el beneficio que a mi me otorgaba pensar con ella, y su humor salvador me preguntó: “después de todo esto, ¿me dedico a la bebida o a los alfajores?” (luego de terminar con las lágrimas y habían corrido tanto)….Sugerí alfajores, simplemente por gusto personal, la bebida fuerte no es lo mío, y pensé que para ella sería la misma cosa, el crédito que me daba conocer su forma de pensar. Sin embargo igual advertimos que íbamos a tener otro tipo de problemas. De modo que siempre existe una tercera alternativa de salida, para sostener, en este caso el espacio terapéutico, claro esta. (Debo confesar que nos hemos tomado más de un cafecito con algo dulce en sesión… que más da…..en Argentina si nos sentamos a hablar, comemos…guiño al lector/ra)
Mis preguntas biblioterapéuticas (insisto en que estas preguntas sirven para pensarlas, el segundo paso es compartirlas si se sienten bien con ello)
¿Te consideras una persona sensible/ flexible?
¿Cuál, qué, quién sería tu cebolla?
¿Frecuentas algún Bodegón?
Muchos de los que me conocen me consideran una persona sumamente flexible , con capacidades de adaptación fuera de lo común, y con suficiente sensibilidad como para poder captar y adaptarme a nuevos lugares, personas, contextos. Pero es esto lo que yo veo en mi misma? Así escrito y por las circunstancias de la vida que me toca vivir ( vivir en países distintos , idiomas diferentes, cambiar diferentes trabajos, etc) parecería natural y sencillo verse a uno mismo sensible, flexible, pero en el fondo siento que esto ha conllevado mucho trabajo interior y hasta me atrevería a decir sin vergüenza sufrimiento. Un sufrimiento que lleva muchas lagrimas, y muchas cebollas picadas hasta el agotamiento. Pero, cuanto liberadoras! ... al menos como descarga momentánea a todo ese rejunte de resistencias al cambio, de miedo a lo que no se que va a pasar con esto o aquello, miedo a lo que no puedo controlar, a esa incertidumbre, tan en boga hoy en día, que al menos a mi, muchas veces me desorienta y bloquea. Y así es que mis mecanismos de defensas saben bien como protegerme, a saber: junto lágrimas, lágrimas y más lágrimas ... y ojo, me cuido muy bien de no derramarlas, pero como dices en tu relato, Patricia, a un cierto punto en un momento del todo inesperado mi corazón se desborda y entonces lloro, lloro y lloro. Y luego de esa tormenta de llanto, cuando mi cabeza se aclara, me pregunto porqué lloro, como puedo ser tan estúpida de llorar por algo que no tengo ningún motivo ? Cómo puedo ser tan tonta se dejarme llevar por ese llanto inexplicable? Y aquí viene la respuesta a tu segunda pregunta, cual, que, quien sería tu cebolla? Y creo que la cebolla soy yo misma, es decir que mis capas están bien armadas, y doy la impresión de estar toda entera pero cuando la corto y miro adentro veo claramente que son solo las capas externas que dan esa impresión pero apenas las empiezo a picar en la esencia de mi ser soy vulnerable, humana, con renuncias y logros ... y miro al pasado y miro al fututo y creo que por eso lloro. Mi profe de yoga siempre dice: “viví en el presente”. Parece algo sencillo pero la mayoría de las veces me cuesta horrores. Y vos, qué pensás de esto?